Estamos ante una sociedad que tiene una exigencia despiadada al sujeto que no cumple con las expectativas generales, ya sea por su idea política, por su ideología de vida, por su orientación sexual o religiosa, su moralidad, su ética de vida, su elección existencial, hasta su ortografía…una sociedad que desconoce al Otro, lo censura o lo anula.
El negro de m… , el enfermo infectocontagioso, el homosexual, el drogadicto, el indigente, el desocupado, las pro- aborto, las feministas… y, algunos Otros más son el Frankenstein actual; la criatura compuesta con fragmentos de cadáveres que era representada como un monstruo, como una anomalía, porque era diferente y era esta misma diferencia la que lo transformaba en un ser monstruoso para el resto de la sociedad, es como si convertir la diferencia en indicio de peligro fuera la característica de la sociedad humana desde todos los tiempos.
Transitamos por una oscuridad producida por el egocentrismo, la vanidad, el exceso de amor propio que genera ceguera espiritual y apatía emocional: por ende, se desconoce a las personas y se las coloca como objetos de uso, de abuso y de destrucción,
Nuestra capacidad de aceptación al Otro estaría en niveles mínimos , ocupados y preocupados en la deconstrucción que lo “desotra”, le quita su diferencia, su singularidad y lo aniquila, porque solo se es hospitalario y tolerante con quien creemos que se lo merece, con los parecidos, mientras más parecido, más lo acepto; si interpela, si arroja su diferencia, entonces resquebraja mi solidaridad, mi empatía, mi reconocimiento y me pone alerta porque ese Otro pasa a ser una amenaza, aparece el cuestionamiento, la imposición de ideas y la actitud depredadora de desconocimiento que denigra, excluye, margina y que habilita la violencia simbólica, verbal y, hasta a veces física, solo por demostrar el dominio de ideas propias, aparentemente sólidas, el conocimiento absoluto, la razón valedera y por sobre todo, la inferioridad del Otro.
Convertir al Otro en centro de discriminación parece la lógica del hombre, y, lo preocupante, es la forma violenta de discriminación que suele tornarse hasta masiva, ya que suele ser objeto de condena social dentro de un proceso cruel de prejuicios descartando toda posibilidad de conocer y valorar, de saber acerca de algo más en relación a ese Otro.
Son síntomas de ceguera emocional, que se presenta promoviendo y juzgando modos de ser y de hacer, de mofar la condición de los Otros
Hoy, nuestra sociedad cursa dos pandemias, la primera, conocida y temida mundialmente, el COVID 19 que nos envuelve en un clima de pánico, y, transforma la otredad en el infierno tan temido.Lla segunda, la inconsistencia en las relaciones humanas, causada por la ceguera espiritual con la que se atraviesa una oscuridad de egoísmo, egocentrismo, el creernos que somos mejor que los demás, cuando a todos “algo” nos iguala y nos unifica sin clase social, sin religión ni condición sexual: TODOS somos mortales y no es poca cosa
Por todo esto, necesitamos agudizar la alteridad y ver más allá de nuestra propia nariz, reconocer la vulnerabilidad como condición humana y como posibilidad existencial, fortalecer la visión emocional, para poder ver entre las nubes del egoísmo, la desesperación, el miedo, la realidad diferente, el sufrimiento, quitarnos el velo que nos hace más superficiales y soberbios cada día y nos presume perfectos, idea que nos encarnó el concepto de “eres único e irrepetible”, si lo eres, pero hay más sujetos que su unicidad no los hace peores, sino diferentes, y es URGENTE aprender a leer y RESPETAR esa diferencia y comprendernos , intentar a empatizar, suponiendo nuestros pies en esos zapatos
Porque acaso: ¿No somos todos Otros?
¡Qué ironía! También YO, soy Otro, no me reconozco como tal y no me veo como tal, ignoro esa posición, desconozco ese sitio en que el Otro: soy yo
“Todos los habitantes de nuestro planeta somos Otros ante otros Otros: yo ante ellos, ellos ante mí.”
RYSZARD KAPUSCINSKI