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Alexis Acosta, en Junín: «Este año me sacaron la beca y tuve que salir a trabajar»

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Alexis Acosta es ciego. No es especial, ni tiene capacidades diferentes, ni quiere que lo llamen no vidente. Es ciego. Y a partir de reconocerse como tal ha logrado construir buena parte de sus éxitos deportivos en el atletismo.

A los 15 años, cuando cursaba una clase de inglés en el secundario de su Catriló natal, empezó a notar que se le estaba nublando la vista, que no llegaba a ver el pizarrón. Lo mantuvo en secreto por unos días, hasta que lo descubrió su padre y se lo confesó. «El miedo nos bloquea, nos paraliza y generalmente nos hace tomar malas decisiones», manifestó en la charla que organizó el Círculo de Periodistas Deportivos de Junín, en el aula magna de la UNNOBA.

 

En pleno tratamiento, diagnosticado ya el virus en la retina que afectaba su visión, fue su padre quien se confesó ante él y sus hermanos. Tenía cáncer de pulmón. Tras someterse a varias operaciones, Alexis Acosta logró volver a ver a su papá, en un viaje de regreso de Buenos Aires a La Pampa. Su último recuerdo visual y una de las experiencias que más lo fortaleció. «Lo abracé y me empecé a reír mucho. Reconocí su remera. Lo vi más bajito que yo. Había crecido. El cáncer avanzó y mi papá murió. Haber quedado ciego no fue lo peor que me pasó en la vida. Lo peor fue la enfermedad de mi viejo«, contó.

Decidido a avanzar, a asumir su ceguera, se inscribió en la escuela para ciegos para aprender el sistema Braille. Fue allí que tuvo su primer contacto con el atletismo. Un profesor de educación física lo invitó a probar y a disputar un torneo que en pocos días iba a disputarse en Mar del Plata. No lo dudó. Quería conocer el mar. «No me acuerdo ni cómo me fue. Sí me acuerdo de conocer a personas a las que le faltaban las dos piernas, un brazo, personas con parálisis cerebral. Verlos competir, verlos reírse de su propia discapacidad, me hizo terminar de aceptar que era ciego«.

De regreso a La Pampa, no paró de entrenar. Quiso más y contactó a Javier Álvarez, entrenador nacional de atletismo para ciegos. En Córdoba lo vio correr por primera vez y se lo llevó al CENARD. Compartió el mítico centro con los mejores atletas, con Las Leonas. Se sorprendió de que lo trataran como a uno más. Corrió, corrió, corrió. En pocos meses se quedó con el récord nacional en 100 y 200 metros llanos.  Clasificó a sus primeros Juegos Parapanamericanos y se colgó dos medallas de plata.

Javier Álvarez le propuso adentrarse en el salto en largo. Otro mundo por descubrir. La coordinación entre la carrera y el sonido. El salto al vacío. Se enamoró. «Clasifiqué a mi primer Mundial, en Nueva Zelanda. Quedé décimo y volví enojado. Quería entrar a una final. Llegó el segundo Mundial, el de Francia, y lo logré, quedé séptimo en el mundo. En el tercero, en Londres, quedé séptimo otra vez».

En esa lucha por reponerse ante cada adversidad, no esperaba que uno de los golpes se lo propinara nada menos que la Dirección de Deportes Nacional. Este año, producto de una serie de recortes que han sufrido ya muchos deportistas de alto rendimiento, Alexis Acosta perdió su beca. «Cuando Javier me dio la noticia, iba en el colectivo y se me caían las lágrimas. Tuve que salir a trabajar en mis tiempos libres. Por suerte soy masajista, salí a buscarme mis pacientes. Dudé si seguir con el atletismo. Aparecieron algunos sponsors, salí a difundir en las redes sociales. por suerte se me dio», relató.

Otra política estatal que preocupa no solo a Acosta sino también a muchos otros deportistas es la decisión de trasladar la sede del CENARD para que en el predio de Núñez pueda llevarse adelante un negocio inmobiliario multimillonario. «Ojalá que no se venda. De ahí han salido muchos deportistas. Yo conocí a mi señora, formé mi familia. Es increíble lo que me ha dado el deporte y el CENARD. Que se haga otro centro, que se haga un hotel, pero que se mantengan los dos lugares».

FÚTBOL, LA OTRA PASIÓN

Fanático de Racing, flamante campeón de la Superliga Argentina, a Alexis Acosta se le presentó alguna vez la duda entre dedicarse al atletismo o al fútbol. «Apenas llegué al CENARD, me ofrecieron jugar al fútbol en River. Tenía ganas de hacer las dos cosas. Pero el contacto físico, los golpes que se producen en el fútbol, me iban a perjudicar en el atletismo. Tal vez si jugaba con Los Murciélagos ya hubiera disputado un Juego Olímpico, lo único que me falta. Pero lo voy a lograr con el atletismo. Ese es mi sueño».

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