Educación o secta: El Karma de los alumnos en Argentina

Opinión

Por Juan Gregorio Lemos.-

En estos días se encuentra en voga el tema de la educación, por lo que despolitizar la opinión resulta una ardua tarea, que no procuro realizar. Pero intentaré despojarme de lo ideológico, obviamente sin dejar de resaltar que el asunto se encuentra empapado de ideología, a tal punto que me viene a la memoria la imagen de una secta.-

Una secta con una linda propaganda, con muestras de pureza pero con fines oscuros detrás que distan mucho de la cara visible. Una secta donde el presunto iluminado muestra lo grandilocuente de su obra al mejor estilo de un manipulador de masas, cuando en definitiva su relato se estrella contra la realidad de tal forma que pareciera imposible no verla, pero es así… muchos NO LA VEN.-

Refiero esta circunstancia pues Argentina se encuentra en el puesto 62 de las pruebas PISA en matemática, de los 82 países que conforman la región, es decir: nos encontramos al final de la tabla, pero esto no es lo más grave.-

Lo aterrador es que Argentina no desmejoró su promedio pre pandemia, sino que lo mantuvo. Esto es, que el nivel paupérrimo de la educación en Argentina no es consecuencia del desastre que vivimos en épocas de covid, cuyas secuelas en los niños ya todos conocemos. El problema es estructural, pues ya estaba enquistada la analfabetización funcional en nuestras aulas, desde mucho tiempo atrás.-

A ello debemos sumarle que existe un índice peor aún que se desprende del puntaje de nuestro país y que nos coloca en una categoría que implica la pérdida de cinco años de educación con respecto a los evaluados que ocupan el siguiente nivel.-

Cinco años que nunca serán recuperados por nuestros jóvenes, pues los tiempos de la educación van íntimamente relacionados con el desarrollo del ser humano.

Ahí reside la ideología, que se ocupa mucho más por cuestiones marcketineras de lenguajes cargados de tendenciosidad que poco aportan.

En nuestro caso, la educación en estos niveles depende de un gobernador que, paradójicamente, participó de una marcha política disfrazada bajo el manto de defensa de la universidad pública, cuando los bonaerenses siquiera salimos capacitados para el ingreso a la misma porque llevamos un lustro de retraso.-

Típicas conductas sectarias como la descripta mantienen un relato que se cae a pedazos cuando empresas que buscan operarios no los encuentran por la falta de comprensión de textos simples o como cuando, a pesar de haberse asegurado por parte del gobierno nacional que las universidades no se cerrarían ni se privatizarían, habiendo incluso efectuado las transferencias de los fondos presupuestarios con más un incremento que hacía dos años no se les asignaba y -sin embargo- con una inflación escandalosa que nos equiparaba a países como Venezuela, las universidades nacionales continuaron enseñando a argentinos y extranjeros, irrogando un gasto actual de setecientos mil pesos anuales por alumno.-

Se dirá que es poco el aumento comparado con la inflación acumulada pero pregunto entonces: si me tiran a un pozo, un profundo agujero en la tierra donde no entra ya ni la luz del sol y me valgo de un fósforo para poder alumbrarme. Ante esa situación la persona de al lado –que defendió y defiende la caída al pozo- me hace la observación de que esa luz es escasa ¿de quién es la culpa? ¿Es mía por encender un fósforo o de la persona que nos tiró en el pozo? La respuesta sigue siendo ideológica, pero el interrogante es real. Saque cada uno sus conclusiones

 

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