El primer toque de trompeta

Opinión

Por  Isabel Muñoz Marcos

(Coach Ontológico)

 

(…)11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera mediò del árbol, y yo comí. (…) (Gen 1,21)

¿Cuántas mujeres hay en la santísima trinidad? Ninguna.

¿Y si entre Dios padre, hijo y espíritu santo no hay espacio para la mujer, puede existir en la sociedad actual?

Desde el árbol prohibido, cargando con el pecado original, las mujeres hemos sido una especie de zona roja, cargando con todos los males de la tierra; Eva toma la manzana y por “su culpa” se desatan los pecados

Entre la historia de la misoginia universal, hallamos:»El primer toque de trompeta contra el monstruoso regimiento de las mujeres», que John Knox escribió en Génova. Afirmaba que el imperio de la mujer es contrario a la Voluntad Revelada de Dios.

La retórica anti-femenina comenzó particularmente con los Padres latinos. Tertuliano decía:” ¿No saben que cada una de ustedes es una Eva? (…)

En los tiempos post-escolásticos, encontramos una verdadera “misoginia” e incluso persecución; cabe agregar, que en esta época nacen las Universidades, en su mayoría fundadas por eclesiásticos, por lo que estaban prohibidas a las mujeres; algunas anécdotas como la de Polonia, en el siglo XIV, cuenta de una joven que se disfrazó de hombre para ingresar en la universidad de Cracovia, pero al cabo de dos años, se descubrió el fraude y fue expulsada

Por otra parte, una de las formas de referenciarlas, conllevaba relaciones asociadas a lo animal o demoniaco: » perra» » bruja” “demonio» “bestia” campos léxicos que vinculaban lo femenino a lo negativo, desvalorizado o maligno, tanto, así como que la menstruación, no era sino todo aquello demoniaco que la mujer expulsaba por la vagina

Para afirmar esto, “El martillo de las brujas” (MalleusMaleficarum), escrito por dos teólogos dominicos, avalado y recomendado por el Papa Inocencio VIII, usado por siglos; fue causal que miles de mujeres inocentes fueran quemadas en la hoguera acusadas de practicar hechicerías.

La visión aristotélica era:el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; teoría que influenció obras de fisiología que argumentaban la diferencia entre sexos como una cuestión biológica, a las mujeres se les atribuían humores fríos y húmedos, entretanto a los hombres se les consideraba calientes y secos, la perfección y medida de todas las cosas.

Saliendo del medioevo, y entrando en el Renacentismo la figura de la mujer continuó como inferior a la del hombre, por lo que el machismo prosiguió. Debo resaltar que la mujer es en esta época un tanto idealizada, alabada y sacralizada, pero, como una luz que iluminaba al hombre.

Ya en la modernidad, la trompeta de Knox, da un segundo toque, un toque de queda a la intervención de la mujer como sujeto social, como persona, los intelectuales ilustrados del momento justificaban el apartado de la mujer: _ “El varón representa la objetividad y universalidad del conocimiento, mientras que la mujer encarna la subjetividad y la individualidad, dominada por el sentimiento (…)

Correlativamente, los valores encarnaban en la mujer ternura, receptividad, el conocimiento intuitivo, la pasividad aparejada a la sumisión adornada de virginidad, hasta que el “hombre de su vida” llegaba a poner la marca de posesión, un apellido que la quitaba a medias de un anonimato social, pero limitada a ciertas actividades

La cultura racionalista y violenta de la modernidad, quedaba reducida entonces_ junto con la mujer misma- al ámbito del hogar y la familia, invisibilizada, oprimida, despatriada.
El “tercer toque de trompeta”suena hoy a siglos del primero: feminicidio, y la mujer continúa subordinada a la decisión de un Estado patriarcal que lo naturaliza al no prevenir ni erradicar la pandemia del feminicidio: _” una mujer se convierte en menos que una mujer, menos que humana. Se convierte en objeto que se puede eliminar y reemplazar fácilmente”

Parafraseando a Ecco:

“De la rosa no nos queda más que el nombre, … rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos o sin realidad”

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